martes, 9 de agosto de 2011

Reflujo gastroesofágico

¿Es normal que mi bebé escupa mucha leche o vomite?
Eso depende. Es perfectamente normal que un bebé eructe y, al eructar, saque un poquito de leche casi todas las veces que se alimenta, e incluso que vomite todo de vez en cuando, sin motivo aparente y sin previo aviso.

Pero si tu bebé vomita o escupe leche con mucha frecuencia puede padecer reflujo gastroesofágico.

Tu bebé puede presentar otros síntomas además de los vómitos que podrían indicar que padece de reflujo. Por ejemplo, puede dar señales de que le duele la pancita como arquear su espalda, subir las piernas y despertarse gritando, o puede toser y tener arcadas a menudo entre comidas.

Si tu bebé vomita con mucha fuerza después de comer, haz una cita con el doctor. Estos vómitos que salen disparados como proyectiles podrían indicar que padece estenosis pilórica, que es una condición que puede causar problemas serios como malnutrición y deshidratación.

¿Qué causa el reflujo?
Todos los bebés necesitan adaptarse al proceso de comer y digerir, pero a algunos les cuesta más que a otros y por ello presentan más vómitos y escupen más. Si tu bebé padece reflujo, probablmente es porque su esfínter esofágico (la válvula que conecta el esófago con el estómago) es débil o no está funcionando bien todavía. Esto hace que los alimentos y los jugos gástricos suban desde el estómago a su boca.

La mayoría de los bebés superan el reflujo con la edad.

¿Es muy grave el reflujo?
La mayoría de los bebés con reflujo se curan durante el primer año de vida, a medida que el músculo del esfínter se fortalece. No obstante, no es razón para tomárselo a la ligera.

Si tu bebé padece reflujo, es importante observar su peso. Algunos bebés no aumentan de peso adecuadamente porque no pueden mantener suficiente comida en su estómago. Otros pierden el apetito porque todo ese ácido estomacal que sube por el esófago (en adultos lo llamamos acidez o agruras) puede dañar la garganta y, en casos graves, hacer que le sea difícil tragar.

Si parte del contenido de su estómago se le mete por la nariz o los pulmones, un bebé que padece reflujo puede desarrollar problemas respiratorios como pulmonía, tos por la noche, sinusitis e infecciones de oído. El ácido estomacal también puede dañar el esmalte de sus dientes. El reflujo también puede hacer que te resulten muy duras las primeras semanas con tu bebé, mientras luchas por consolarlo, alimentarlo y limpiarlo.

¿Qué puedo hacer para aliviar el sufrimiento de mi bebé?
Intenta sostenerlo en una posición más vertical mientras se alimenta, y trata de mantenerlo erguido durante un rato después de comer (no lo pongas echado sobre su pancita después de comer, por ejemplo).

También puede ser útil darle menos cantidad de leche de pecho o de fórmula cada vez que lo alimentas (si es que puedes lograrlo). Puedes compensar esto dándole de comer más veces.

Si tu hijo toma leche de fórmula, podrías también intentar agregar un poco de cereal de arroz en el biberón o utilizar leche de fórmula que venga con "agregado de arroz". (Pregúntale antes a tu pediatra si lo considera conveniente y cómo deberías mezclar el cereal.)

Ninguna de estas sugerencias garantiza que el bebé se calmará. Tal vez se irrite aún más. Pero vale la pena probar todas las opciones.

¿Debería consultar al médico si pienso que mi bebé tiene reflujo?
Si tu bebé escupe bastante leche, pero no parece incómodo y está aumentando de peso normalmente, probablemente no es necesario. Pero si estás preocupada, asegúrate de mencionárselo al pediatra en la siguiente visita.

Por otra parte, si tu bebé presenta síntomas más serios (especialmente si crees que el reflujo le está molestando o está afectando su aumento de peso), concierta una cita con el pediatra tan pronto como puedas. Tu pediatra podrá decirte si tu bebé realmente tiene reflujo y podrá ayudarte a calmar su malestar.

¿Qué hará el doctor?
Para empezar, puede recetarle algún medicamento. Algunos bebés responden de inmediato a los antiácidos o bloqueadores de ácidos y ahí se termina el problema. La mayoría de los bebés pueden tolerar dosis bajas de supresores de ácidos (pero nunca debes dárselos sin antes consultar con el médico).

Lo ideal es que tu bebé no tenga que tomar estos medicamentos por más de un mes para que el reflujo disminuya.

También existen medicamentos que se encargan de hacer que los alimentos circulen hacia abajo por el tubo digestivo. Si tu bebé presenta todos los síntomas característicos del reflujo, un buen pediatra encontrará el tratamiento que mejor solucione el malestar sin efectos secundarios.

¿Cómo se diagnostica el reflujo?
El doctor quizás podrá diagnosticar el reflujo simplemente examinando a tu bebé y escuchando tu descripción de sus síntomas. Si tiene dudas, o si tu bebé no ha podido aliviarse con los medicamentos arriba mencionados, podría hacer más análisis para asegurarse de que el problema sea efectivamente el reflujo.

Las pruebas de diagnóstico del reflujo gastroesofágico pueden incluir una radiografía del área. Para que se puedan ver los daños que haya podido causar el reflujo, tu bebé tiene que beber de antemano una sustancia pastosa llamada bario.

El doctor puede realizar también una endoscopia del tubo digestivo, y completarla con biopsias (pequeñas muestras de tejidos) y un estudio de 24 horas usando una sonda de pH, que consiste en introducir un tubo hasta la base del esófago del bebé y, de esta manera, se lo monitorea durante unas desagradables 24 horas. Este proceso puede ser muy estresante e incómodo para el bebé pero a veces es necesario como último recurso para proporcionar la información necesaria para un diagnóstico

Lee más en BabyCenter en Español: http://espanol.babycenter.com/baby/enfermedades/reflujo/#ixzz1UYZ4ISio

lunes, 8 de agosto de 2011

Lactancia Materna, una práctica rodeada de mitos


Anteriormente, las que enseñaban a amamantar a las recién paridas eran las abuelas, tías o cualquier mujer cercana a la familia. Sin embargo, llegó un momento que ni las abuelas, ni las tías habían amamantado a sus hijos, por lo tanto esa sabiduría popular se fue perdiendo. Sin embargo, lo que siempre está presente son las creencias que han ido pasando de generación en generación y que se han arraigado fuertemente.

En realidad, la gran mayoría de estas creencias son mitos; algunos de ellos favorecen a la madre que está amamantando y fortalecen su confianza natural para amamantar, pero la mayoría obstaculizan el desarrollo de la lactancia y en muchos casos la llevan al fracaso. Es por esto por esto que es clave que los futuros padres se informen sobre cómo funciona la lactancia materna y de esta manera puedan dejar a un lado estas “leyendas urbanas”.


A continuación escogimos algunos de los mitos más comunes en Venezuela, el objetivo es explicar por qué no son ciertos.


Algunas mujeres producen leche de “buena calidad” y otras no: Este es un mito muy común, con mucha frecuencia escuchamos: “tu leche como que no es muy buena”, o al contrario: “parece que tienes buena leche”. Esto es totalmente falso y es uno de los mitos que mayor inseguridad y frustración genera en las madres. El cuerpo humano es un laboratorio perfecto, por lo tanto, la leche producida por todas las mujeres es una leche de excelente calidad que contiene todos los componentes necesarios para el óptimo desarrollo del/la bebé, no hay razones para dudar sobre la perfección de este líquido.


Hay mujeres que son “buenas productoras” de leche, pero hay otras que no: La producción de leche materna es un proceso que está regido por la ley de la oferta y la demanda, es decir, a mayor succión mayor producción de leche. Lo que se necesita para producir suficiente leche es colocar a los/las bebés a comer frecuentemente; de esto dependerá si una mamá tiene o no la leche que su bebé está demandando. Fisiológicamente, todas las mujeres son aptas para garantizar a su bebé la leche necesaria. Por lo tanto, esta premisa es falsa y es muy importante que todas las madres tengan la seguridad que si ellas amamantan a su bebé, a libre demanda, van a tener leche suficiente para cubrir todos sus requerimientos.


El tamaño de los pechos influye en la producción de leche: Este mito está relacionado con el anterior y como ya vimos lo único que garantiza la producción de leche es el estímulo de la glándula mamaria a través de la succión del/la bebé. El tamaño y la forma de los pechos no influyen, de ninguna manera, en que una mujer produzca más o menos leche. Internamente la anatomía de los pechos es igual y por lo tanto todos están en la capacidad para producir leche. Lo que hace que los pechos sean más grandes o más pequeños es la cantidad de tejido adiposo, pero en sí la glándula mamaria, que es la responsable de la producción de la leche, es igual en todos los pechos.


Los/las bebés siempre deben comer de ambos pechos en cada toma: Hoy en día se sabe que es muy importante que el/la bebé termine de tomar del primer pecho, antes de cambiarlo al otro, incluso puede ser que no tome el segundo pecho porque quedó satisfecho con el primero. La leche que sale al final de la mamada es la que contiene mayor calorías y por eso es sumamente importante dejar a los/las bebés del mismo lado hasta que ellos espontáneamente suelten el pecho. Si los/las bebés son cambiados de lado antes de tiempo, los/las bebés recibirán principalmente una leche cuyos componentes, en su mayoría, son agua, carbohidratos y proteínas y esto ocasionará en muchos casos que los/las bebés no queden satisfechos, pierdan peso e incluso que sean más propensos a tener cólicos, lo que no pasará si se les permite recibir esa fase final de la leche cargada principalmente de grasas.


Hay bebés que nunca quedan satisfechos con el pecho: Este es uno de los mitos que mayor fuerza tiene y que hace que muchas mujeres abandonen tempranamente la lactancia materna. Todos los/las bebés recién nacidos tienen un reflejo de succión muy desarrollado que es lo que los hace pedir el pecho, este reflejo es instintivo de todos los mamíferos. Es muy importante dejar que el/la bebé coma durante todo el tiempo que él lo desee, de esta manera estará garantizada la producción de leche y además el/la bebé saciará su necesidad de succión. Hay que entender que al principio, es normal que los/las bebés quieran permanecer mucho rato pegados al pecho y si son amamantados a libre demanda, es decir, cada vez que ellos quieran, sin horario establecido; siempre quedarán satisfechos.


Hay alimentos que aumentan la producción de leche: Es muy frecuente escuchar que alimentos como la cebada, la avena, el papelón, entre otros; contribuyen en aumentar la cantidad de leche. No hay evidencias que demuestren que ningún alimento aumente la producción de leche. Lo único que hará que una mamá tenga suficiente leche es la succión del/la bebé.


Los/las bebés no deben comer muy seguido porque no pueden hacer la digestión: Hay tres aspectos que hacen que los/las bebés amamantados coman frecuentemente. En primer lugar, la facilidad y rapidez con que se digiere la leche materna, luego el reflejo de succión que tienen todos los/las bebés y por último, que los/las bebés amamantados comen, sobretodo al principio, en pequeñas cantidades porque su capacidad gástrica es pequeña y porque el movimiento de la succión los cansa. Por lo tanto, no hay ningún inconveniente en que los/las bebés coman muy seguido y en ningún caso esto va a interrumpir su proceso de digestión.


Después de los seis meses la leche materna no alimenta a los/las bebés: Las evidencias científicas demuestran que la alimentación óptima para un bebé es: “Lactancia materna exclusiva hasta los primeros seis meses de vida, y luego con alimentación complementaria hasta los dos años o más”. Esto nos aclara que la leche materna es el principal alimento para un bebé, incluso después de los seis meses. Los alimentos que el/la bebé comienza a recibir a partir de esa edad son para complementar los requerimientos que la leche ya no cubre. En promedio, la leche materna cubre entre el 70 y 80 por ciento de sus requerimientos desde el sexto mes hasta el noveno, luego hasta los 12 meses alrededor del 60 por ciento y durante el segundo año de vida cubre el 40 por ciento de sus requerimientos. Durante el segundo año de vida, la leche materna le asegura al bebé los ácidos grasos apropiados para continuar con el desarrollo del sistema nervioso y factores de protección que ayudan a la maduración de su sistema inmunológico, ningún otro alimento lo hará como la leche materna.